2009

Darwin y traducción

En el 2009 se cumple un doble aniversario darwiniano: el 12 de febrero, el bicentenario del nacimiento de Charles Darwin, y el 24 de noviembre, el sesquicentenario de la publicación de The Origin of Species. Desde el momento de su aparición, la obra suscitó violentas polémicas. En 1860, en el transcurso de uno de los debates más célebres de la época moderna, el obispo de Oxford Samuel Wilberforce se mofó del naturalista Thomas H. Huxley por defender una teoría según la cual un hombre podía tener como abuelo a un mono. Huxley replicó —aunque las versiones varían— que no había razón para que un hombre se avergonzara de tener a un mono como abuelo y que, personalmente, se avergonzaría de tener como antepasado a un hombre de intelecto inquieto y polifacético que participara en cuestiones científicas de las que no tenía conocimiento con el único objetivo de oscurecerlas por medio de una retórica inútil y de desviar la atención de sus oyentes con elocuentes digresiones y hábiles llamamientos al prejuicio religioso. Ciento cincuenta años después, desde Kansas hasta Kenia, el debate sigue sin resolverse.

La primera aparición del debate evolucionista en la prensa española data de 1863, cuando el semanario El Museo Universal (más tarde, La Ilustración Española y Americana) publicó una serie de grabados satíricos bajo el epígrafe común «Escala de las Transformaciones». La última de esas entregas, cuya ilustración guarda un gran parecido con el filósofo Herbert Spencer, lleva el siguiente texto:


Metamorfosis del mequetrefe en ganso

Nuestro grabado representa hoy el caso ocurrido recientemente en cierto pais de Europa, de cuyo nombre no queremos acordarnos. Cierto individuo que iba á donde no le llamaban y se mezclaba en lo que no podía interesarle, quiso también hablar de lo que no entendía ni podía entender. Habló de filosofía, de religión, de política, de elecciones, de influencias y tanto desbarró, que a fuerza de sacar punta de la oreja, esta se le fue aguzando; que su cuello se pronunció tomando una estension desmesurada, al paso que se acortó su frente; su cara empezó á bajar mientras las orejas iban subiendo; y su cuerpo se redondeó como un tonel, hasta que quedó convertido en pollino. Todavía se empeñaba en sostener que era hombre á fuerza de rebuznos, cuando la Providencia para castigarle hizo que al dar un rebuzno, la cabeza se le escapase convertida en ganso. Leccion elocuente para aquellos que hablan de lo que no entienden, van á donde no los llaman y se meten en lo que no les importa, á los cuales suele llamar el vulgo mequetrefes.


El primer equivalente serio de crítica antidarwinista fueron dos conferencias pronunciadas en el Ateneo Barcelonés por el médico José de Letamendi en abril de 1867. Las ideas evolucionistas sólo pudieron divulgarse ampliamente con la llegada del Sexenio Revolucionario (1868-1874), que decretó la libertad de enseñanza, abolió la censura, reconoció la libertad religiosa y de expresión, permitió la creación de sociedades científicas. En 1872 se produjo en Madrid un intento de publicación por entregas de El origen de las especies, en traducción anónima a partir del francés, que quedó interrumpido en la entrega 12. Sin embargo, a lo largo de la década surgieron núcleos de difusión de las ideas evolucionistas por toda España, en Santiago de Compostela, Sevilla, Granada, Barcelona, Valencia o Las Palmas.

La restauración borbónica de 1874 y el posterior «revanchismo católico» (en palabras del hispanista Tomas Glick) no pudieron impedir ya el avance de las ideas modernas. En 1876 se fundó la Institución Libre de Enseñanza. Ese mismo año apareció en Barcelona El origen del hombre, en una traducción (incompleta) que se ha atribuido al escritor y positivista Joaquín María (Joaquim Maria) Bartina, impulsor del Diari Català (1879-1881), fundado por Valentí Almirall y primer periódico escrito íntegramente en catalán. Esa traducción se reimprimió al menos tres veces más en los siguientes veinte años. En 1877 se publicó la primera versión de El origen de las especies, en traducción de Enriquez Godínez y editada por el positivista cubano José Perojo, fundador el año anterior de la Revista contemporánea, principal órgano del evolucionismo en España. La traducción se realizó a partir de la sexta edición inglesa, considerada la definitiva, y se acompañó de las cartas remitidas por Darwin al traductor. En la primera, fechada el 28 de abril de 1876, el naturalista le comunicaba que había dado instrucciones al editor para que le enviara un ejemplar del libro («No further authorization is required than this note»); en la segunda, del 27 de marzo de 1877, agradecía la recepción de los pliegos de la traducción y lamentaba el olvido de buena parte del castellano que antaño había sabido, aunque las páginas leídas le parecían muy claramente expresadas. La tradución se republicó corregida en 1880 (Lucuix, Madrid) y fue plagiada por Antonio López White en la versión que apareció bajo su nombre dentro de la serie de obras de Darwin editadas a principios del siglo XX por la editorial Sempere de Valencia, dirigida por Blasco Ibáñez. Antes de que concluyera el siglo, aparecerían dos obras más: en 1885, la primera traducción completa de El origen del hombre, a cargo de José Perojo (el editor del Origen de las especies) y Enrique Camps; y, en 1899, el Viaje de un naturalista alrededor del mundo, editada por la Escuela Moderna.

Esta última obra había aparecido por primera vez en España veinte años antes en catalán, publicada de forma seriada por el Diari Català entre 1879 y 1881 con el título el Viatje d'un naturalista al rededor del món, fet a lo barco «Lo Llebrer». Traducida (del francés) por el agrónomo Leandre Pons i Dalmau, redactor del periódico, se reeditó como libro al final de la serie, con lo que se convirtió en el primer libro científico publicado en catalán en el siglo XIX. Sin embargo, la unión de catalanismo progresista, laicismo y progreso científico como instrumento para la mejora de la sociedad propugnada por el Diari Català no prosperó ya que quedó truncada ante a la resistencia de los sectores —catalanistas y no catalanistas— más conservadores. En realidad, durante la segunda mitad de la década de 1870 en Barcelona cristalizó un poderoso núcleo contrario a las ideas evolucionistas: ataques en el Ateneo Barcelonés de José de Letamendi y suspensión de conferencias de los destacados darwinistas Pedro Estasén y José María Bartina; pastoral y sínodo condenando el evolucionismo y lucha constante contra el Diari Català por parte del obispo José María de Urquinaona; y persecución —con inclusión de libros en el Índice— llevada a cabo por su sucesor y émulo del obispo de Oxford, Jaume Català, contra Odón de Buen, padre de la Oceanografía española y catedrático de Historia Natural de la Universidad de Barcelona, hasta lograr la suspensión de su cátedra en 1895.

Barcelona, una ciudad que fundió en el último tercio del XIX los sueños del catalanismo y la ciencia, recuerda en sus calles los nombres de Letamendi, Urquinaona y Català. Sin embargo, debido a los habituales avatares de la memoria histórica, sigue faltando en un lugar destacado una plaza con el nombre de Charles Darwin. Acaso el año que viene...

Con los mejores deseos para el 2009,

Juan Gabriel López Guix

P. S.: Los grabados de El Museo Universal mencionados más arriba se encuentran en la última página de los números del 17 de mayo, 31 de mayo, 14 de junio y 28 de junio del año 1863.

 

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