2011

Cuarto centenario de la publicación de la Biblia del Rey Jacobo


En el 2011 se cumplirán cuatrocientos años de la publicación de la Biblia del Rey Jacobo o Versión Autorizada (según la denominación más frecuente en el Reino Unido). La efemérides se celebrará oficialmente el 2 de mayo, aunque se trata de una fecha arbitraria que carece de base histórica. De esta Biblia dijo hace unos años el lingüista David Crystal que había aportado directa o indirectamente al inglés más expresiones idiomáticas que ninguna otra fuente literaria. En un libro reciente (Begat. The King James Bible and the English Language, 2010), Crystal las ha contado: son 257. Pueden no parecer muchas, pero doblan las procedentes de Shakespeare, la segunda fuente en importancia.

La Biblia del Rey Jacobo fue un gran esfuerzo colectivo de traducción llevado a cabo entre 1604 y 1611 por 47 estudiosos nombrados por el rey Jacobo VI de Escocia y I de Inglaterra. Los traductores se dividieron en seis comités, dos en Westminster, dos en Cambridge y dos en Oxford; el trabajo de cada traductor fue revisado por los demás miembros del grupo, luego el trabajo de cada grupo por los demás grupos y finalmente la obra completa por dos miembros de cada comité. El resultado final prima, pues, la tradición y el consenso. Además, las instrucciones explícitas del rey fueron utilizar siempre que se pudiera las opciones de una versión anterior, la Biblia de los Obispos (1568). Esa traducción era una revisión de la Gran Biblia (1539), revisión a su vez de la Biblia de Matthew (1537), fruto de la revisión de las Biblias de Coverdale (1535) y Tyndale (1525, 1530). La Biblia del Rey Jacobo fue la tercera de las Biblias inglesas «autorizadas», después de la Gran Biblia (1539) y la Biblia de los Obispos (1568).

Esas versiones oficiales aparecieron como expresión de las turbulencias relacionadas con el movimiento europeo de la Reforma y las tensiones en el seno de la Iglesia de Inglaterra. La Biblia del Rey Jacobo, en concreto, surgió como respuesta real a la presión de los puritanos y la Petición Milenaria (1603), que recogía sus quejas ante lo que consideraban una excesiva influencia romana en la Iglesia de Inglaterra (como el poder de los obispos y ciertas ceremonias consideradas papistas). Frente a la postura inmovilista del arzobispo de Canterbury («Si cada cual siguiera su humor, nunca se acabaría de traducir»), el rey decidió impulsar una nueva traducción destinada a utilizarse como lectura única en los oficios de la Iglesia de Inglaterra (como se había pretendido con la Gran Biblia y la Biblia de los Obispos) y que sustituyera a la Biblia de Ginebra, que gozaba de amplio predicamento pero era una revisión de Tyndale y la Gran Biblia con abundantes notas de orientación calvinista.

Tanto en Inglaterra como en España, cabría distinguir dos actitudes en la respuesta de las autoridades religiosas y políticas a los movimientos que favorecían la traducción al vulgar de las Escrituras y que ponían en cuestión la fuente última de su poder. La primera y más inmediata, la persecución y la eliminación física de traductores y traducciones; la segunda, el patrocinio y la publicación de «versiones autorizadas». Se las podría identificar en términos gramscianos con el recurso a la coerción y la búsqueda de la hegemonía ideológica.

En el caso inglés, el episodio más notorio de persecución fue el de William Tyndale y su obra. Tyndale publicó en 1525 en Colonia una versión incompleta del Nuevo Testamento (a partir de la edición griega de Erasmo), que completó en 1526 en Worms, y más tarde, en 1530, en Amberes su versión del Pentateuco (a partir del texto masorético hebreo). Las autoridades políticas y eclesiásticas pusieron todo su empeño en obstaculizar su trabajo: enviaron agentes contra él, se apoderaron de los ejemplares impresos y los destruyeron. Su carrera de traductor bíblico en constante huida por el continente quedó definitivamente truncada al cabo de una década cuando fue apresado en Amberes (1535) y conducido al castillo de Vilvoorde, en Bruselas. Allí, tras ser condenado por herejía, fue estrangulado y quemado el 6 de octubre de 1536, según se afirma tradicionalmente. La segunda forma de respuesta oficial, la no coercitiva, se materializó en el fomento de nuevas traducciones bíblicas sancionadas oficialmente. Así nacieron las mencionadas Gran Biblia, la Biblia de los Obispos y también la Biblia del Rey Jacobo.

En el ámbito de las traducciones bíblicas realizadas en castellano, es posible discernir la misma dinámica de represión y de cierre interpretativo mediante la imposición de una traducción autorizada, aunque los tiempos son diferentes. Los primeros intentos de traducción de la Biblia al castellano ligados a los movimientos reformistas se enfrentaron a un acoso implacable y a la serie de prohibiciones de la lectura en vulgar plasmadas en los Índices inquisitoriales del siglo XVI. En el caso de las traducciones al castellano, una figura similar a la de Tyndale fue Casiodoro de Reina. Pese a la persecución de que fue objeto, Reina logró publicar en Basilea la primera Biblia cristiana completa que se imprimió en castellano, la Biblia del Oso (1569). Sin embargo, a diferencia de Tyndale, Reina murió de viejo y sólo fue quemado en efigie. Su versión bíblica, expurgada por el calvinista Cipriano de Valera de los libros deuterocanónicos y de desviaciones luteranas, es la utilizada actualmente por el protestantismo hispano. La segunda forma de reacción del poder establecido a las traducciones bíblicas se plasmó en la imposición de la Vulgata como única versión autorizada. Esa supremacía, matizada lingüísticamente a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX por la autorización de dos traducciones al castellano del texto latino (Scío de San Miguel, 1791-1793; Petisco-Torres Amat, 1823-1825), se mantuvo en España hasta 1944, año en que se publicó la versión de Nácar-Colunga, la primera traducción católica al castellano realizada desde las lenguas originales. A partir de entonces y a lo largo del siglo XX y la primera década del siglo XXI, se produjo en la Península Ibérica una proliferación de versiones bíblicas castellanas, de un modo que recuerda lo sucedido en el caso del inglés durante el siglo XVI.

La traducción más reciente se terminó de imprimir el 21 de noviembre del 2010 y, como en el caso de la Gran Biblia, la Biblia de los Obispos y la Biblia del Rey Jacobo inglesas, tiene voluntad de cierre. Se trata de la Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. Los obispos españoles, considerando que «la proliferación de traducciones a la lengua vernácula [...] no contribuy[e] a que las palabras sagradas se vayan grabando en el corazón de los fieles» y movidos por la «preocupación constante de la Iglesia, desde sus orígenes, [de] que el pueblo cristiano gozase en la mayor medida posible de la facultad de comprender la Palabra de Dios, principalmente en la Sagrada Liturgia», han creído pertinente publicar una versión que será a partir de ahora la que deba utilizarse en todas las actividades oficiales de la Iglesia, así como en el estudio y la meditación del texto bíblico.

Cuatrocientos años después de la publicación de Biblia del Rey Jacobo, tenemos por fin en España y en castellano, nuestra propia Biblia de los Obispos.

Juan Gabriel López Guix

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T-1611,
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