2019

Historia de la revista Litoral: la poesía extranjera (1968-2000) (1)
Luis Melero Mascareñas


Universidad de Málaga

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Recibido: 15 septiembre 2019
Aceptado: 15 noviembre 2019


Litoral, fundada en Málaga en 1926 por Emilio Prados y Manuel Altolaguirre, a los que prontamente se unió José María Hinojosa, es una de las revistas culturales y artísticas más prestigiosas en castellano. Entre las revistas poéticas de los años veinte, Litoral fue sin duda la que reunió con mayor amplitud a prosistas, poetas, dibujantes y tipógrafos alrededor de un núcleo poético específico, cuando en 1926 se decide hacer «entre unos amigos una revista maravillosa para cosas del mar, solamente del Mar (poesía, dibujo, música...)» (Prados 1990, 28-29). Una revista literaria de vanguardia que contó y cristalizó con los más valiosos creadores de la que iba a ser la nueva cultura española.(2)

En la carta —considerada fundacional— que Emilio Prados escribe a Manuel Ángeles Ortiz en 1926, leemos: «pensamos publicar poemas de poetas extranjeros» (Prados 1990, 31). Resulta contradictorio, señala Aurora Luque, «la escasez de poemas traducidos en la primera fase de Litoral» (Luque 2006, 227), sobre todo —continúa la autora citando a Miguel Gallego Roca—, si se tiene en cuenta la importancia de la traducción para «la poesía española de 1909 a 1936, años en los que se consolida el canon de la modernidad literaria en España» (Gallego Roca 1996, 18). Desde su nuevo arranque en 1968, iniciativa de José María Amado y Arniches, la historia más reciente de la revista lleva cincuenta años sin interrupción llegando a nuestras manos. Una publicación periódica que ofreció una mirada nueva y un enfoque distinto al margen de las directrices oficiales imperantes del momento (Ley 14/1966, 3310). Para Litoral supuso ser sancionada en varias ocasiones por su contenido ya desde su primer número, Homenaje a la Generación del 27 (1968).

Una muestra del espíritu abierto de Litoral hacia los mundos de la traducción, serán los números dedicados a la poesía extranjera, que a partir de 1975, con la edición bilingüe dedicada a Portugal. La revolución de los Claveles. A revoluçao dos cravos, se sucederán hasta ocupar un lugar influyente en la revista malagueña, intercalándose con los números dedicados a la poesía en lengua española. Entre estos números encontramos el Homenaje a Mao Tse Tung, la antología de Poesía americana contemporánea, Poesía sueca contemporánea, que tendrá dos entregas separadas en el tiempo, a las que siguen dos volúmenes de Poesía arábigo andaluza y Poesía árabe actual, y un tercero, Poesía árabe clásica oriental,(3) que completará la trilogía algunos años más tarde, la original aportación de La poesía del Rock, el número dedicado a los escritos de Nehru, a la Poesía norteamericana contemporánea, el acercamiento a ese torrente de creatividad que es Memoria de América en la poesía, Poesía ucraniana, Poesía italiana actual, y los monográficos consagrados a un solo autor, como los números de Gerald Brenan y Cavafis. Aurora Luque concluye, a partir de los títulos citados, que:

No es extraño que el interés por la poesía en otras lenguas se acentúe con la entrada en la década de los ochenta. Aquí Litoral es hija de su tiempo: participa de una tendencia editorial y de una avidez de los lectores por las literaturas foráneas que coincide con un proceso de aperturas políticas y sociales mucho más amplio. [...] Litoral puede presumir de una libertad de organización y composición que hace que cada número sea diferente (y sorprendente) por decisión del antólogo o de los traductores. (Luque 2006, 227)

José María Hinojosa se incorporará en el equipo director en la segunda época de Litoral (1929), hecho que reforzaría y tendría una influencia decisiva en el rumbo marcadamente surrealista que tomará la revista a partir de entonces. El primer testimonio de poesía traducida en Litoral son seis poemas de Paul Éluard, del libro L'Amour la poésie, traducidos por Luis Cernuda desde Toulouse por encargo de José María Hinojosa, y publicados en el número 9 de julio de 1929. Un único testimonio que contrasta con la importancia que en esos primeros treinta años del siglo XX tuvo la traducción, en un panorama de gran efervescencia: Juan Larrea, Claudel o Keats (Gerardo Diego), Paul Valéry (Jorge Guillén), Marcel Proust (Pedro Salinas), Louis Aragon (Rafael Alberti), James Joyce (Dámaso Alonso), las traducciones de poesía oriental de Emilio Prados en Ambos (revista malagueña editada en 1923, precedente de Litoral) o las traducciones de Aleksandr Pushkin y la destacable versión de las primeras 33 estrofas del Adonais, de Shelley, publicadas en la revista bilingüe 1616, de Manuel Altolaguirre, entre otras. La traducción e interpretación de Éluard en Litoral por Luis Cernuda deja bien claro que su selección es estrictamente personal y subjetiva. En el monográfico que en el año 1978 Litoral dedica a Luis Cernuda, n.º 79-81, se recoge el texto íntegro de «Historial de un libro» (1958), donde Cernuda incluye numerosas reflexiones acerca del ejercicio de la traducción, y habla de su particular postura antiverbalista: «mi disgusto ante los manerismos entonces habituales entre los escritores jóvenes» (Cernuda 1978, 32), que le llevará a la indagación en el romanticismo de algunos poetas franceses:

La mención de Éluard es sintomática de dicho momento mío, porque el superrealismo, con sus propósitos y técnica, había ganado mi simpatía. Leyendo aquellos libros primeros de Aragón, de Breton, de Éluard, de Crevel, percibía cómo eran míos también el malestar y osadía que en dichos libros hallaban voz. (Cernuda 1978, 33)

De la figura del poeta-traductor y la influencia de determinadas traducciones en la propia creación del poeta andaluz, interesa leer el trabajo de C. Lecrivain, donde en referencia a la traducción de los seis poemas de Éluard que en 1929 emprende Cernuda, dirá que:

Ambos poetas comparten la ˈinscripciónˈ constante de la experiencia amorosa, [y en este sentido] resulta bastante curioso constatar cómo Cernuda proyecta su sensibilidad poética en la selección de poemas para las traducciones. En efecto los 6 poemas traducidos plasman su camino personal pesimista (desamor, soledad, desengaño…) que, si bien se hallan en la poesía de Éluard, no corresponden a temáticas dominantes. (Lécrivain 1994, 328)

La edición bilingüe que Litoral dedicó a La Revolución de los Claveles, tiene mucho del carácter extraordinario con el que se vislumbraba la supervivencia de la revista, desde que en 1968, José María Amado y su personalísima postura político-filosófica, llevaron durante aquellos años a monográficos tan arriesgados como el número 2 (junio-julio 1928), que tiene por centro a Europa, en el que uno de sus gestos más significativos fue el cambio de su pie de portada, donde a partir de entonces se leería: Torremolinos-Málaga-España-Europa. Una proyección que rebasaría fronteras y que le costó a Litoral su primer expediente y multa por la publicación del artículo de José María Sanjuán titulado «¿De quién es el futuro?»; el número 7 (abril-mayo 1969), un número paradigmático de la defensa de la paz y la protesta contra la guerra, y de la reflexión sobre los acontecimientos de Mayo del 68 en París; el número 41-42 (enero 1974), cuyo suplemento dedicado a Chile y su pueblo y a la muerte de Pablo Neruda, denuncia el golpe militar chileno contra el presidente Allende. Todos ellos, como decimos, participaron del carácter extraordinario con el que Litoral iniciaba esta revolución relativamente silenciosa, sirviendo de fecha paradigmática y simbólica el colofón del monográfico Portugal. La Revolución de los Claveles. A Revoluçao dos Cravos (n.º 53-58, noviembre 1975), un 20 de noviembre de 1975, día de la muerte del dictador español. Desde el extremo del continente europeo, una revista española, y en ella un grupo de poetas, de escritores e intelectuales, de pintores, portugueses y españoles, proclaman su sentimiento europeísta. Más de cuatrocientas páginas de texto. Un número dedicado a Portugal, que salía de cuarenta años de dictadura.

A Jorge de Sena, opositor tenaz al régimen salazarista, uno de los poetas portugueses más notables del siglo XX (dejando aparte la excepcionalidad de Pessoa), dentro de lo que Eugenio de Andrade llamó «el siglo de Oro de la poesía portuguesa», y prestigioso erudito, corresponde el primer artículo después del comentario inicial de José María Amado, titulado «España y Portugal». Escrito en octubre de 1975, en Santa Bárbara, California, la traducción al portugués corre a cargo de Enrique Martínez López. Un lúcido encuentro que representa la claridad de las interpretaciones culturales entre ambos países: «Ojalá que este número de Litoral, para el que tan honrosamente se me pidieron estas palabras preliminares, sea el gran paso en el camino hacia una fraternidad menos retórica y más auténtica, menos desconfiada y menos llena de prejuicios. Porque o nos salvamos juntos, o nos perdemos todos» (Sena 1975, 8). En la sección dedicada al pensamiento portugués, excelsa en nombres e importancia para un estudio crítico sobra el papel de la cultura como base para la construcción de la sociedad civil, participan Ramiro Correia, la escritora Maria Velho da Costa, Mario Dionisio, Augusto Abelaira, Joao Marthins Pereira y Fernando Lopes Graça (considerado uno de los mayores maestros y compositores portugueses del siglo XX), realizando las versiones al español Isabel Prieto. En la sección dedicada al pensamiento español, no menos interesante, realiza la versión al portugués Maria Silveira de Carvalho de los textos de Carlos Castilla del Pino, el psiquiatra rojo, Juan Maestre Alfonso, Roberto Mesa, Enrique Tierno Galván (cuya traducción correspondió a Fernando Assis Pachecho) y Jaime Vergara, en amplia representación de la intelectualidad ibérica, acompañando todos ellos las versiones de poesía portuguesa (Pessoa, Sophia de Mello Breitner, Carlos de Oliveira, Egito Gonçalves, José Carlos Ary dos Santos o Joaquín Pessoa, entre otros), canciones portuguesas y poesía española, destacando la reproducción caligrafiada que envía Rafael Alberti (3) desde su exilio en Roma, del poema «Creemos el hombre nuevo», de Baladas y canciones del Paraná (1954).

Muchos de los acontecimientos políticos de finales de los sesenta y la década de los setenta tuvieron su reflejo en Litoral. Se rindió un Homenaje a Mao Tse Tung. Poeta, filósofo, guerrillero y revolucionario (n.os 64-65 y 66, 1977), para el que Antonio Jiménez Millán aclara:

Un homenaje que resultaría imposible justificar hoy día si no se tienen en cuenta ciertos espejismos de aquel tiempo: ¿se sabía realmente en qué había consistido la «Revolución cultural» maoísta? El hecho es que, desde el primer número, José María Amado se implica en el análisis político de la situación española (y mundial, podríamos decir) con su peculiar estilo literario. (Jiménez Millán 2006, 186)

Interesa ahora la reproducción de 34 poemas de Mao, entre ellos dos casi desconocidos en publicaciones españolas. Corresponde la traducción al castellano al poeta ecuatoriano Jorge Enrique Adoum Auad. Tras la introducción a la poesía china de Lorenzo Saval,(5) el artículo «Sobre la poesía de Mao Tse-Tung» de Adoum Auad ofrece importantes claves sobre la labor del traductor. De estos 34 poemas, aparecidos en libro poco después de que en enero de 1964 diversos periódicos chinos dedicaran la primera página completa a 10 poemas entonces inéditos de Mao, ocurre un hecho curioso e interesante que relata el propio Adoum:

Pregunté a varios compañeros de trabajo si podían entender los poemas de Mao y me contestaron que tenían algunas dificultades para hacerlo. Les pido que me los traduzcan y me dicen que no se animan, aun siendo ellos trabajadores intelectuales. ¿Se trata de una poesía que puede leer un vasto público y en particular el pueblo trabajador? No —me contestan—, si carecen de algunas notas aclaratorias. [...] La traducción eleva las dificultades de comprensión a alturas mayores. Casi puede afirmarse a priori que una plena traducción de cuanto encierra, evoca y sugiere la poesía de Mao, es imposible. (Adoum 1977, 35)

Acerca de la dificultad de este trabajo de traducción, vale la pena consultar el prólogo de la traductora pionera en las versiones del chino al español, Marcela de Juan, publicado en Revista de Occidente en el año 1962. En este sentido, Litoral elabora para cada poema, que requiere una breve explicación literaria de sus imágenes y sus motivos, «Explicación a los 34 de Mao Tse-Tung», y la presencia de Pepe Caballero, Emilio Machado y Antonio L. Bouza dan un matiz español al fenómeno chino y la figura de Mao Zedong. En 1957 María Teresa de León y Rafael Alberti realizaron un viaje a China. Fruto de ese viaje será el libro Sonríe China, publicado en 1958, en Buenos Aires, por la editorial Jacobo Muchnik. Una edición agotada de donde Litoral entresaca poemas y dibujos de Alberti y una parte de la prosa de María Teresa de León, que nos muestra su importante papel como luchadora contra los prejuicios sobre las mujeres. «El propósito del libro se declara en el epígrafe "¿Cómo empezar?" (pp. 19-20), en donde parece que María Teresa quiere curarse en salud y reconocer, de algún modo, que le puede guiar más el corazón que la cabeza» (Torres Nebrera, 2004). Fina de Calderón (Josefina Attard y Tello), a la que Litoral publicó la primicia de su obra en 1977, con la edición de Fuego, grito, luna, y para la que Rafael Alberti concibió especialmente los bellos diseños que la ilustran, mantuvo una auténtica amistad con el escritor Malraux; de ella es la traducción en castellano de la síntesis de La condición humana (1933) que Litoral incluye en este número.

Antología. Poesía americana contemporánea (n.º 82-84, 1978) puede llamarse, escribe Lorenzo Saval en la nota preliminar, «una guía para un encuentro de la poesía en América». Desde la poesía como conocimiento, y dentro del torbellino de una empresa prácticamente imposible como es una antología de la poesía americana contemporánea, el número se extiende más en nombres que en obra, abriendo esta primera entrega dos renovadores y visionarios de la modernidad: el autor nicaragüense Rubén Darío y el entusiasta estadounidense Walth Whitman (su traducción corresponde a E. M. S. Danero). Para los autores de habla no hispana, Litoral encuentra un traductor de lujo en Ángel Crespo para los poetas brasileños (Manuel Bandeira, Domingos Carvalho da Silva, P. E. da Silva Ramos, Maria de Andrade, Vinicius de Moraes, Carlos Drumond de Andrade, Marcos Konder Reis, Henriqueta Lisboa y Mario Quintana), un intelectual y poeta de talla excepcional, que con la publicación del primer número de la Revista de cultura brasileña en junio de 1962, «inaugura una fase de actividad intensa sostenida en las relaciones culturales entre Brasil y España [...] y que, a nuestro juicio, asume un papel fundamental en la recepción de la literatura brasileña en España» (Piuco Biglia, 2015). Marcos-Ricardo Barnatán, poeta, ensayista y narrador (y biógrafo de Borges), se hace cargo de los beat (Gregory Corso, Allen Ginsberg, Jack Kerouac, Lawrence Ferlinghetti). Con la publicación en 1970 de Antología de la «Beat Generation», él fue uno de los primeros que mostraron en España la obra de esta generación. Un interés que se concretó tres años antes con la publicación del monográfico titulado «La Poesía Beatnik» en la revista Claraboya, para la que escribe el prólogo «La poesía Beat» y al que añade, con una finalidad divulgadora para estos autores entonces inéditos en España, una breve reseña biobibliográfica bajo el título «Los poetas beatniks». Alfonso Canales traduce a E. E. Cummings, respetando no solo su sentido sino su esquema plástico, un autor al que Ángel Caffarena (creador de una Málaga impresa, que tiene sonido y luz, según el acertado título de la edición de lujo que Litoral le dedicó como homenaje en 1987) editó en 1964 30 poemas de e. e. Cummings en versión castellano y uno más traducido por Rafael León, y cuyos Poemas aparecerán en Visor en 1969. En este sentido merece la pena reseñar el trabajo de Gómez Jiménez, que apunta: «This version is remarkable for the importance given to the typographical techniques, although this fact does not leave the message aside» (Gómez Jiménez 2010, 142).

Las traducciones de Ezra Pound se deben al argentino Enrique Luis Revol y las de Leonard Cohen a Jorge Ferrer Vidal, uno de los mejores traductores de poesía inglesa a partir de los años sesenta. Poetas-traductores son Ángel Crespo (En medio del camino, 1971; El Bosque Transparente, 1983), Marcos-Ricardo Barnatán (Los pasos perdidos, 1967; El libro de David Jerusalén, 1992), Alfonso Canales (Sonetos para pocos, 1950; Port Royal, 1956; Cuenta y razón, 1962 y Tres oraciones fúnebres 1983), Enrique Luis Revol (Corteza y certeza, 1976; Oda elegíaca a William Blake y otros poemas, 1983) y Jorge Ferrer Vidal (Primer libro de Grecia, 1988; Poemario plural, 1991), que nos están hablando al mismo tiempo de un proceso de doble dirección y de las poéticas de su obra propia, además de indagar en el presente, huyendo de formatos académicos y por decisión del antólogo, y siguiendo en una línea de enlace con las poéticas latinoamericanas: «era de nuestro interés incluir aquellas voces de la generación Beat [...] que rompieron muchos moldes a nivel conceptual y dialéctico y sirvieron de base para un nuevo estilo poético se expandiera en las generaciones de hoy en día» (Saval 1978, 9).

La Poesía sueca contemporánea de Litoral (en dos entregas: n.º 106-108, julio 1981, y n.º 127-129, enero 1983; fueron editados en un solo volumen en 1990 por Ediciones Litoral / Unesco), con el excelente prólogo a la primera entrega («Sobre poesía sueca», traducción al español de Marina Torres) de Artur Lundkvist,(6) hispanista sueco, en el que da cuenta de un amplio panorama de la poesía sueca del siglo XX, proporciona una aportación cultural que quiere ser homenaje a ese país nórdico, cuna del premio Nobel, tratando de poner en contacto dos culturas. Francisco J. Uriz (probablemente la persona que más poesía nórdica ha traducido en el mundo),(7) junto a su mujer, Marina Torres, traductora de lenguas nórdicas como él (es imposible hablar del uno sin la otra o al revés), se encargan de la labor de selección y traducción de todo este proyecto. Se inicia, además, un modelo de entrega con el volumen editado por Ediciones Litoral / Unesco en 1990, auspiciado por la estrecha colaboración con Federico Mayor Zaragoza, director general de la Unesco entre 1987 y 1999, a quien Litoral editó A contraviento: Poemas 1954-1984, en 1984. A Lasse Söderberg se debe la traducción del poema «A la memoria para siempre de Pablo Neruda» de José María Amado; y Francisco J. Uriz sitúa lo esencial de la formulación de la traducción de estas dos entregas en el epílogo que escribe en octubre de 1982 al segundo volumen:

Hemos preparado una poesía poco conocida en castellano, páginas que incluyen a tres o cuatro figuras de la literatura mundial de nuestro siglo, amén de seis o siete poemas que admiten comparación con los de cualquier literatura, prácticamente inéditos en español. Hemos encendido unas estrellas que iluminan, con la misma modestia que alumbran la noche, una oscura zona poética en el firmamento literario español (Uriz 1983, 174)

Gerald Brenan. Al sur del laberinto fue el título escogido para el número monográfico (n.º 160-162, noviembre 1985), que dedica —en vida— sus páginas a la obra del famoso y reconocido hispanista, una de los figuras más admirables de la cultura española del siglo XX, pocos meses antes de su muerte en enero de 1986. El vecino de Yegen (se instala en 1920 en plena Alpujarra granadina y se entrega febrilmente a la lectura) y Alhaurín el Grande y Churriana (Málaga), conocido cariñosamente como Don Gerardo, se convirtió en un andaluz universal: «Vine a Andalucía como se va a una Universidad, pero sin clases ni profesores ni más compañeros que mis propios libros. Por supuesto no podía imaginarme que terminaría quedándome aquí para casi toda mi vida» (Brenan 1985, 49). Tal vez la aportación más novedosa del número no sea la del reconocido hispanista, sino la del escritor de novelas (Jack Robinson. A Picaresque Novel 1933; Doctor Partridge's Almanack for 1935, 1934; A Holiday the Sea, 1961; o The Lighthouse always says yes, 1966) y un libro de poemas que solo se atrevió a publicar en edad avanzada, bajo el evocador título de The Magnetic Moment: Poems (1977). Un libro que:

Podríamos calificar como el más personal de su autor, el más íntimo, quizás por la misma naturaleza del género, pero también porque Brenan se muestra indefenso, desnudo, inmaduro, perplejo y lleno de todas las dudas del poeta primerizo. Valgan como muestra de que quehacer poético los ejemplos que hemos incluido, publicados aquí por vez primera en versión castellana [...] versos prácticamente desconocidos hasta ahora en España. (Castro y Díaz López 1985, 12)

Algunos fragmentos (ilustrados en este volumen de Litoral con fotos de Julia Margaret Cameron) de un autor al que por su esporádica dedicación se consideró como un poeta frustrado, pero que al ver cumplida su vena poética ha disipado «así de una vez por todas la imagen de frustración que Brenan arrastra con respecto a la que fue su primera gran vocación» (Díaz Plaza 1985, 123). Recoge también el monográfico algunos fragmentos de su último libro, entonces inédito en España, Thoughts in a Dry Season (1978),(8) ofreciendo también en primicia un buen ramillete de pensamientos y aforismos, en el que deja plasmados algunos de los momentos de más honda experiencia literaria, íntima y vital.

El volumen cuenta con una conversación-entrevista en exclusiva, fruto de distintas conversaciones entre Gerald Brenan y Eduardo Castro, y de sus múltiples perfiles humanos y literarios son especialmente interesantes las aportaciones de otros hispanistas como Ian Gibson, Gabriel Jackson o Sam Abrams, entre otros. Del testimonio de Amancio Prada destacamos, una vez más, un trasvase de ida y vuelta del que Litoral vuelve a ser testigo con la publicación de una carta fechada el 10 de febrero de 1973 (por despiste de Gerald Brenan (es del 78, aclara Amancio Prada), que le envía Brenan desde Alhaurín el Grande para agradecerle el disco que le manda el compositor y cantautor donde musicaliza el Cántico Espiritual, habiendo tenido en el momento de terminarlo (cuatro años después de comenzarlo) como libro de cabecera —y estímulo— el que escribió Gerald Brenan sobre la vida y la poesía de san Juan de la Cruz.

A Jesús García Gallego (9) se debió la edición de un número emblemático Surrealismo. El ojo soluble (n.º 174-176, noviembre 1987). Un trabajo exhaustivo que suma más de quinientas páginas, una especie de panorámica artística y literaria. El deseo de la presente edición lo expresaba el propio García Gallego:

Ofrecer un panorama gráfico, poético y crítico de este movimiento, para avanzar así hacia un mejor conocimiento y difusión de un Surrealismo Internacional, que tuvo en España una importante presencia, pero que en ningún caso puede ser entendido ni aisladamente del movimiento que se produjo en Francia, ni parcialmente descontextualizado de las demás artes. (García Gallego 1987, 12)

Lo que nos interesa ahora de este número, en el que aparecen muchos nombres de la generación del 27 y destaca la presencia de reconocidos especialistas en el tema, es la representación de autores franceses, las consideraciones en torno a la traducción del término Surréalisme (para las cuales remitimos a la breve exposición que hace García Gallego en la página 17 de su introducción), la cita de algunas lecturas hasta entonces inéditas en castellano de una serie de artículos realizados especialmente para este número, y destacar la publicación de dos primicias en castellano cuya traducción corresponde a Laura Galán y Jesús García Gallego. Son unos textos de Louis Aragon y Tristan Tzara sobre pintura, «La pintura ante el desafio», escrito como prefacio al catálogo de una exposición de collages en la Galería Goemans, de París, en marzo de 1930, y dos textos de Tzara sobre Joan Miró («Acerca de Joan Miró» y «Joan Miró y la interrogación naciente»), respectivamente. En la «Breve antología del surrealismo francés», encontramos trece poetas franceses traducidos por Enrique Contreras y Jesús García Gallego, con notas del original en francés, a los que acompaña una introducción y presentación de los autores por Enrique Contreras. Todo se complementa con un proceso de creciente refinamiento al sistematizar el sinfín de imágenes que ilustran sus páginas, y que conlleva un intercambio de ideas y estéticas a través de la palabra y la creación plástica.

La presencia regular y destacada de la música en Litoral es un camino de ida y de vuelta con la poesía. Desde aquellas Seguidillas de la noche de San Juan de Gustavo Durán, aparecidas en 1926, Litoral ha contado con las colaboraciones de músicos de la categoría de Manuel de Falla: de él fue la música en el número triple extraordinario (n.os 5, 6 y 7, 1927) en el homenaje a D. Luis de Góngora, cuyo pentagrama al Soneto a Córdoba de Góngora se reprodujo autógrafo. En México, en 1944, los continuadores de Litoral presentan la revista con el subtítulo Cuadernos de poesía, música y pintura (de esta época son las colaboraciones de Rodolfo Halffter, Gustavo Pittaluga y Gustavo Durán), hasta las ediciones de La poesía del jazz (n.º 227-228, 2000) y La poesía del flamenco (n.º 238, 2004). La música es una de las más originales aportaciones de Litoral en la indagación de tendencias y géneros, reivindicando, por ejemplo, la dignidad literaria de algunas letras de canción: «cuando un poema se hace canción, todo el Universo baila», sentencia Alberto Manzano, que junto a Miguel Ángel Fernández, recopilan según su criterio y traducen, rebasando a su vez la condición de antologías y ofreciendo al gran público, sin pretensión académica, la vanguardia de ese cambio con mayúscula que levanta su voz en el número dedicado a La poesía del Rock (n.º 183-185, 1989), fiel reflejo de una generación dentro de las Artes de nuestro siglo. Empezamos por el final: «Las traducciones, de Alberto y mías, recrean cada letra, cada poema, cada texto. La selección es un abanico multicolor, todo habla por sí solo, recréate. O mejor, como decía Timothy Leary: Colócate, relájate y conecta» (Fernández 1989, 18).

La monografía sobre la poesía del rock es un reconocimiento de las poéticas transversales que Litoral continúa elaborando para la historia literaria. La interesante justificación de Alberto Manzano a su trabajo como traductor de libros de canciones y poemas, reflexionan sobre el carácter poético de las canciones:

Llevo diez años traduciendo libros de canciones y poemas Rimbaud, Leonard Cohen, Walt Whitman, Jim Morrison, Rumi, Lou Reed, y siempre he creído estar haciendo lo mismo, quiero decir, siempre he pretendido estar traduciendo poesía [...] En realidad, nunca he sido capaz de diferenciar un poema de una «letra de canción» [...] El propio ritmo de la canción obliga a mantener unos versos dotados de una musicalidad poética casi tiránica. Con ello, resulta atónito observar cómo todavía demasiados «cultos críticos feroces» ponen en duda el valor poético de muchas letras de canciones. (Manzano 1989, 22)

Sólo hay que leer los textos para sentenciar si participan del principio fundamental de la poesía. Marc Almond, Ian Anderson/Jennie Anderson (Jethro Tull), Laurie Anderson, Meera Atkinson/B. Myers, Kevin Ayers, Syd Barrett (Pink Floyd), Jello Biafra (Dead Kennedys), Marc Bolan (T. Rex), David Bowie, Peter Brown (Cream), Jim Carroll, Leonard Cohen, Alice Cooper, Bob Dylan, Roxy Music (donde hay una traducción del fragmento en latín por J. L. García Gual), Jimi Hendrix, John Lennon,The Beatles, Bob Marley, Jim Morrison (The Doors), Iggy Pop, Joe Ramone (Ramones), Patti Smith, Bruce Springsteen o Janis Joplin, por citar algunos de una completísima colección de letras traducidas, señalan la exigencia de los textos aquí recopilados, a los que se añade una separata con la versión original de poemas y canciones. Por supuesto, no se limita Litoral a reunir canciones, sino también a reflexionar sobre los mundos de la literatura y los citados fenómenos musicales: la importancia de la generación literaria Beat (Jack Kerouac, en un artículo de 1958), tres textos inéditos de Leonard Cohen («When even the»), Eliott Murphy («These Geese») y Lydia Lunch («Los muertos tiene toda la suerte»), y un voluminoso soporte ensayístico donde varios especialistas cierran el número con semblanzas de algunos de los autores anteriores, que vuelven a ser textos de valioso interés para el estudio.

En 1991, la Unesco cede a Litoral la traducción española del prefacio y los textos originales de Jawaharlal Nehru (n.º 191-192, 1991), con el deseo de rendir un sentido homenaje a Nehru, primer jefe de gobierno de la India independiente tras los difíciles años de colonialismo y de represión. Entra dentro de su Colección de Obras Representativas, y para la que Rajiv Gandhi, nieto del autor, concedió la autorización para su publicación en conmemoración del primer centenario del nacimiento de Nehru. Magnífico prefacio el de Emmanuel Pouchepadass, que tras una larga carrera diplomática fue Director de Desarrollo Cultural en la Unesco, y que conoció muy bien a la familia Nehru. Entre sus publicaciones destaca el libro My Truth que escribió en colaboración con Indira Gandhi. La traducción de los extractos de las obras seleccionadas (Autobiography, Discovery of India y Glimpses of World History) es de Luisa Futoransky, poeta y escritora argentina de exquisita erudición.(10)

Entre las entregas dedicadas a la poesía de un solo país, viene a sumarse a las ediciones de literaturas foráneas el número de Poesía norteamericana contemporánea (n.º 193-194, 1992). Charles Matz y Ana Jordá (a la que Litoral editó en su colección de poesía Zona desquiciada 1989) son los editores y traductores, y ofrecen un compendio —no antología— de la poesía estadounidense del siglo XX, generando un mosaico de movimientos, estilos y tendencias poéticas, algunos de los cuales son «por primera vez seleccionados y traducidos en una muestra de estas características» (Saval 1992, 4). La pintura ha tenido desde los inicios de Litoral una vital importancia. Se opta por elegir artistas plásticos del mismo ámbito geográfico, enlazando palabras e imágenes que complementan sus afinidades personales y estéticas, alcanzando una importancia nada desdeñable en sus referencias culturalistas, por la elección de artistas que representan los últimos cien años de pintura estadounidense, caso de Jasper Johns, Georgia O´Keefe, Robert Motherwell, James Rosenquist, Edward Hopper o Jackson Pollock. Para el investigador en estudios comparados, interesan especialmente las relaciones estéticas entre literatura y arte que se establecen en una divertida sección llamada Litoral Condensed Poesia Soup (que recrea la Campbell's Soup Cans de Andy Warhol): Myron Stouts y Joseph Stella´s junto a Walt Whitman, Ad Reinhardt y Conrad Aiken, James Rosenquist y E. E. Cummings, Robert Rauschenberg y T. S. Eliot, o Elizabeth Harms y Ezra Pound, entre otros.

El núcleo de este monográfico es «Veinte poetas norteamericanos contemporáneos» (selección y traducción de Charles Matz y Ana Jordá), en perpetuo movimiento como los caballos que trotan en los márgenes de sus páginas, desde E. E. Cummings (1894) hasta Louise Erdrich (1954), precedidos cada uno de ellos por una nota biográfica. Una aportación de valioso interés entre los estudios dedicados a esta poesía de los Estados Unidos en el siglo XX son las ideas de carácter histórico-estético vertidas en la introducción a los veinte poetas norteamericanos de Charles Matz, una muestra —junto a la propia selección de los autores— de las aproximaciones a la poesía contemporánea estadounidense que se habían sucedido a partir de los años 70.(11)

Una versión ampliada del número Poesía americana contemporánea (n.º 82-84, 1978) y significativa de la línea adoptada por Federico Mayor Zaragoza, director general de la Unesco en aquellos años, es Memoria de América en la poesía (n.º 195-196, 1992), que se presentó en una edición especial en el pabellón de las Naciones Unidas de la Exposición Universal de Sevilla, en 1992. Una muestra traducida de poesía americana, en la enorme tarea de abarcar el espacio de dos continentes en quinientos años de historia.

Fernando Ainsa y Edgar Montiel son los autores de esta antología, que forma parte de la Colección de la Serie Iberoamericana de Obras Representativas de la Unesco. Fernando Ainsa trabajó en la sede la Unesco en París como director literario de su editorial. Ensayista, poeta y crítico literario, «escritor de dos mundos», como solía llamarse, desarrolló una teoría —una búsqueda— de la realidad desde la ficción y la poesía latinoamericana, que fue articulando en una serie de publicaciones desde los años setenta (Los buscadores de la utopía; Necesidad de la utopía; Del topos al logos y La reconstrucción de la Utopía); Edgar Montiel fue funcionario de carrera de la Unesco desde 1993. Economista y filósofo consagrado a la cooperación internacional, destacó por sus tesis sobre el poder transformador de la cultura. El posfacio escrito por él, «Navegar en el océano de la memoria», justifica la tarea de construir una imagen de América, el encuentro idiomático y la situación lingüística, diferente en cada país, crucial para escribir la historia de América:

En esa enorme tarea de construir la imagen de América, la literatura náhuatl, quechua o guaraní tuvieron y tienen un notable papel. La huella de estas lenguas se encuentra en la literatura moderna de Latinoamérica. No se trata solo de palabras o formas sino de la herencia de un temperamento, de una concepción poética de la vida, de una cosmovisión hecha palabra. [...] Esta inmersión en el océano de la memoria poética —en la instructiva compañía de una verdadera revelación, que creemos surge con naturalidad de las páginas de esta antología: la metáfora de América es un solo y largo poema escrito por múltiples manos—. (Montiel 1992, 313)

Es ante todo un libro de poesía, sin referencias bibliográficas o comentarios eruditos, salvo unas brevísimas noticias sobre los autores. Las versiones traducidas constituyen una interesante aportación. Representan una América rica en voces y registros, antigua y contemporánea, un continuum que esta antología ha querido mantener a través de la revelación de la palabra poética como arquitectura de un mundo. No había para este número otro modo de hablar de América, de Iberoamérica como potencia literaria y cultural. Puede que el intento, desde la sensibilidad y la revolución de ese encuentro idiomático, haya sido el siguiente:

Octavio Paz, desde una visión americana propone a la poesía como «puente colgante entre historia y verdad»:

La poesía:

              encarnación

del sol-sobre-las piedras en un nombre,

                                                         disolución

del nombre en un más allá de las piedras.

La poesía,

               puente colgante entre historia y verdad

no es camino hacia esto o aquello:

                                                  es ver

la quietud en el movimiento,

                                         el tránsito

en la quietud.

                    La historia es el camino:

no va a ninguna parte,

                                 todos lo caminamos,

la verdad es caminarlo.

                                 No vamos ni venimos:

estamos en las manos del tiempo

[...] ¿Por qué otro medio se puede acceder a esta cosmogonía sino por la poesía, que es una filosofía del tiempo americano? (Montiel 1992, 307-308).

Ejemplos del rol decisivo que puede desempeñar la traducción, y que contribuye al caudal expresivo de nuestro idioma (el de llegada en este caso), son las traducciones del náhuatl de Horacio Quiñones, Ángel M. Garibay, Birgitta Leander y Miguel León Portilla, del guaraní por Rubén Bareiro Saguier, o las recopilaciones del quechua de Edgar Ávila Echazú, enriqueciendo —tal vez una de las aportaciones más originales— no sólo el conocimiento de las lenguas amerindias, sino sirviendo de base para entender el legado que han dejado en la mayoría del continente. Una intercomunicación efectiva del quehacer poético en una antología que atraviesa los tiempos, con voluntad descriptiva y poética, haciendo de puente entre lo nuevo y la tradición. Véase el encuentro de aquellos con Tulio Mora y Martín Adán (Perú), José Eusebio Caro (Colombia), Rubén Darío y Claribel Alegría (Nicaragua), Jorge Calvetti y Esteban Echeverría (Argentina), Francisco de Quevedo y Luis de Góngora (España), Carlos Pellicer, Bernardo de Balbuena y José Emilio Pacheco (México), José Eustasio Rivera y Juan Gustavo Cobo Borda (Colombia), Vicente Gerbasi y Andrés Bello (Venezuela), Pablo Neruda y Gabriela Mistral (Chile), Óscar Cerruto (Bolivia), Rubén Bareira Saguier (Paraguay), Miguel Alfonseca y Manuel Cabral (República Dominicana), Jorge Enrique Adoum y Juan Bautista Aguirre (Ecuador), Luis Felipe Dessus (Puerto Rico), Mario de Andrade (Brasil), Juan Francisco Manzano y Regino Pedroso (Cuba), Antonio José Ricas y Tulio Galeas (Honduras), Joao Augusto Seabra (Portugal), Luis Cardoza y Aragón (Guatemala), Jorge Barbosa (Cabo Verde), Vicente Gerbasi y Andrés Bello (Venezuela), Laureano Albán (Costa Rica), Ida Vitale (Urugay), entre otros poetas.

Una iconografía del alma. Poesía ucraniana del siglo XX (n.º 197-198, 1993), editado por Litoral dentro de la Serie Europea de la Colección Unesco de Obras Representativas, podría calificarse como un raro ejemplar dentro de las antologías de poesía traducida al español. El prólogo, selección y traducción son obra de Iury Lech, un artista transdisciplinar y prolífico creador, cuya trayectoria, singular y vanguardista, se deja ver en la significativa elección y despliegue iconográfico de este número a través del recorte de veinticuatro juegos adhesivos en los que aparecen obras de artistas plásticos ucranianos, y que el lector debe ir colocando en cada uno de los cuadros vacíos que encabezan las páginas dedicadas a los poetas, complementando, una vez más, un encanto visual que es mestizaje para las inquietudes estéticas y poéticas de Litoral.

El estudio introductorio, un esbozo histórico, y las biobibliografías de los poetas que anteceden a los poemas, son de un valor categórico entre los estudios sobre poesía ucraniana para el lector en español, por «acercar por primera vez al lector hispanoparlante una parcela ínfima pero fundamental de la lírica ucraniana, con la perspectiva de llenar un vacío literario dentro del nuevo ámbito pluralista europeo» (Lech 1993, 21), una escasez de traducciones que se hace extensible a hoy en día, siendo este número, hasta donde hemos podido indagar, la única publicación de este tipo en España. La perspectiva universalista con la que se declara la antología de Iury Lech, nos interesa también desde el punto de vista de la traductología por la siguiente opinión:

Como remarcaba el poeta expresionista alemán Gottfried Benn: «la conciencia se forma en las palabras, la conciencia trasciende por las palabras». Por ello, el empleo de la aliteración, de versos rimados, de paralelismos, antítesis, alegorías en toda la poesía ucraniana presenta una dificultad técnica que si bien en ocasiones limita las motivaciones seleccionadoras, ofrecen al traductor una gratificante tarea de recreación que esperamos se transmitan al lector en toda su esencia y musicalidad primigenia». (Lech 1993, 21)

La antología de Poesía italiana contemporánea (n.º 201-202, 1994) es preparada y traducida por Horacio Armani, quien ha sido ampliamente reconocido por sus traducciones de la lírica italiana.(12) Esta antología poética, realizada en colaboración con la Unesco y dentro de su Colección de Obras Representativas, recoge la obra de hasta cincuenta y dos de los grandes líricos italianos contemporáneos, enmarcados —y evaluados— en un panorama bastante amplio, siguiendo un ordenamiento cronológico que refleja las tendencias creadoras de mayor influencia. Interesa ver la selección de los poetas con los que se inicia la antología, ordenados con un criterio de contemporaneidad que, como advierte Armani, no es arbitrario:

Nuestra antología se inicia con cuatro nombres que sirven como antecedentes y preparación para la gran temporada poética de este siglo: Leopardi, Carducci, D´Annunzio y Pascoli. No es arbitraria esta elección. Sin Leopardi, es difícil concebir la onda dramática y pesimista que se extiende por la poesía del 900, Montale y Ungaretti incluidos. (Armani 1994, 14)

La perspectiva temporal y lo constitutivo del trabajo ensayístico de Armani (que recordemos, publicó por primera vez en español, en 1971 en Buenos Aires, una Antología de Eugenio Montale, en Ediciones Compañía General Fabril, y también una ambiciosa y temprana antología en 1973, también en Argentina, titulada Poetas italianos del siglo XX, en Ediciones Librerías Fausto), con el importante prólogo que marca los caminos de la denominada poesía crepuscular, el futurismo, las inquietudes más diversas de La Voce y La Ronda, el hermetismo, el neorrealismo y la poesía narrativa, la nueva vanguardia y la poesía actual, junto al estudio previo que antecede a los cincuenta poetas, son unas referencias de importante calibre. También reseñables son las varias páginas que dedica a justificar el panorama que refleja la antología, el ordenamiento de los poetas y las ausencias, pero más interesante aún es el apartado titulado «La traducción», una presentación que resume algunas de las claves fundamentales del trabajo de Horacio Armani para con la construcción y cantidad silábica original de cada verso, la aproximación y equivalencias idiomáticas, la puntuación, tonos, ritmos y concepciones de esta antología. El volumen se complementa con la apreciada colaboración de Esther Morillas, profesora de Traducción Italiano/Español de la Universidad de Málaga. A ella corresponde la separata «Voce e pittura», con una selección y traducción de textos: «Litoral empareja poesía y color, palabras y trazos, voz y pintura. [...] De esta manera voz y pintura quedan mezcladas, apoyándose la una en la otra» (Saval 1994, 2).

Una exquisita edición dedicada al poeta alejandrino Cavafis corresponde al número de Litoral coordinado por Vicente Fernández, Cavafis (n.º 221-222, 1999). En Vicente Fernández (13) Litoral encontró al mejor coordinador posible para este proyecto auspiciado por la Unesco, dentro de su Colección de Obras Representativas. Hay que recordar otra publicación malagueña, la versión castellana de los poemas de Cavafis de Elena Vidal y José Ángel Valente, en las ediciones de Ángel Caffarena y Rafael León (1964), hecha a partir de la traducción inaugural en nuestro país de Carles Riba, publicada en Barcelona dos años antes.

Las ediciones hispánicas se ven enriquecidas con el esfuerzo de esta edición, que podríamos definir casi como una edición antológica de traducciones sobre Cavafis, y que hace memoria con artículos de fondo y de creación poética. El volumen se abre con una semblanza que sitúa al autor en su contexto. A continuación, «Voces», inspirado en el homónimo poema de Cavafis, incluye diez autores y una compilación de textos críticos sobre la recepción de la poesía cavafiana: E. M. Forster (traducción de L. de Cañigral), Yorgos Seferis (trad. de J. A. Moreno Jurado), Marguerite Yourcenar (trad. de M. López Villalba), Luis Cernuda, J. W. Auden (trad. de J. Á. Valente), Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente, Pere Gimferrer, Joseph Brodsky y Nasos Vayenás (trad. de V. Fernández González). «Ars Poética» es la traducción inédita de Vicente Fernández González de un texto de Cavafis encontrado en 1903, y publicado en 1963 en una edición de M. Peridis (Anékdota pezá kímena. Textos inéditos en prosa de C. P. Kavafis, Atenas, Fexis). Un texto que como el propio Fernández González afirma: «da cuenta del giro fundamental en la evolución estética del poeta» (Fernández González 1999, 6).

Entre el rigor y el divertimento se encuentran las versiones y tipografías del «Cavafis polifónico», ocho versiones al castellano de un mismo poema, «Fui», con traducciones de Ramón Irigoyen, José María Álvarez, Alfonso Silván, Elena Vidal y José Ángel Valente, Juan Ferrater y Pedro Bádenas de la Peña; y «Cavafis políglota», con las versiones a nueve lenguas del poema «Deseos», correspondiendo a Carles Riba (catalán), Wolfgang Josing (alemán), Yorgos Paputsakis (francés), Memas Kolaítis (inglés), Filippo Maria Pontani (italiano), Andonin Eguzkitza y Olga Omatos (vasco), Xosé Gago (asturiano) y Alfonso Silván (castellano). Otro divertimento es la cartografía cavafiana de 66 poemas y ciudades de la poesía de Cavafis, referidos en el mundo evocado en el poema «En el 200 a. C.». Decíamos que se trata casi de una edición antológica de traducciones sobre Cavafis, los textos antologados son referidos en una nota extensa —la bibliografía del volumen es un importante agregado de conocimiento, véase también el catálogo de ediciones hispánicas de 1962 a 1998—, incluyendo nombres de traductores tan conocidos (citamos solo los que aún no han aparecido) como: M. Castillo Didier, F. Rivera, N. Anghelidis y L. Santana, Leandro García Ramírez, José García Vázquez y Horacio Silvestre Landrobe. Parte del libro incluye una selección de poetas españoles contemporáneos (en lengua castellana), que oscilan entre la alusión a un verso o el desarrollo de un tema cavafiano.

La poesía del jazz (n.º 227-228, 2000) se debe al cuidado y al entusiasmo de Josep Ramón Jové y Pere Rovira. La complicidad aquí establecida entre las artes supone el aprovisionamiento de todo tipo de interacciones. Pocos volúmenes de Litoral han mantenido con mayor poder en sus páginas esa sensación deslumbrante:

Del jazz como manifestación musical y de su importante influencia sobre el arte y la vida, hemos querido dejar constancia en este número de la revista, trayendo a sus páginas apuntes biográficos, anécdotas, historias, fotografías, letras, poemas, cuadros, carteles, portadas de discos y todo aquello que vibra en la emoción inigualable de esta música. (Saval 2000, 5)

El soporte ensayístico une la pasión por el jazz y la poesía, dotando al número de una alta sensibilidad y consistencia intelectual (Javier de Cambra, Jordi Falgás, Carlos Sampayo, Antonio Jiménez Millán, Jordi Jové, Josep Maria Nadal, Victor Obiols, Andrew Rathbun, Guillermo Busutil y Josep Ramón Jove). El jazz siempre ha estado presente en la poesía española, con algunos de los primeros ilustres colaboradores de Litoral, Federico García Lorca o Luis Cernuda, y esa presencia crea algunos de los elementos sonoros del lenguaje poético del número, con historias de Ramón Gómez de la Serna, Jorge Guillén, Boris Vian o Julio Cortázar, o la poesía del jazz de José Moreno Villa, Pedro Salinas, José María Hinojosa y Joan Salvat Papasseit, junto al estímulo e incentivo de la escritura de un muy considerable número de poetas contemporáneos como Ángel González, Francisco Brines, Jaime Gil de Biedma, Pere Gimferrer, Luis Alberto de Cuenca, Francisco Díaz de Castro, Álvaro Salvador, Javier Egea, Antonio Jiménez Millán, Luis García Montero, Ángeles Mora, Enric Sòria, Felipe Benítez Reyez, Carlos Marzal, Vicente Gallego, Juan Manuel Villalba, Alexis Díaz Pimienta, José Luis González Vera, Justo Navarro o Pere Rovira, entre otros.

La muestra de textos traducidos es realmente importante.(14) Hay unas vidas —deslumbrantes todas ellas— de jazz (Louis Armstrong, Duke Ellington, Billie Holiday o Charlie Parker) sobre las que encontramos traducciones de Lino Levis, Iris Menéndez, José Antonio Torres y Juan Jesús Zaro, a través de fragmentos de algunas obras representativas del género. De la traducción de las historias del jazz de Ralph Ellison, Toni Morrison, James Baldwin, Jack Kerouac, Jean Rhys, Jean-Paul Sartre y F. Scott Fitzgerald, se encarga el catedrático del departamento de Traducción e Interpretación de la Universidad de Málaga, Juan Jesús Zaro. La selección de poesía en otras lenguas es más restringida por razones de espacio, pero también aquí son imprescindibles y definitorios sus traductores, apareciendo Carles José i Solsona, J. Agustín Goytisolo, M. Antolín Rato, Álvaro García, Charles Matz y Ana Jordá. Por último, Txema Martínez Inglés se atreve con casi todo, no en vano cabe destacar sus traducciones al catalán de los sonetos completos de Shakespeare (Eumo, 2010; Premio Jordi Domènech 2010), y de la poesía completa de Edgar Allan Poe (Acantilado, 2016), y en este número traduce, con el mismo acierto, la mayoría de los poemas en lengua inglesa, además de un corpus significativo de las letras más clásicas.


NOTAS

(1) Este trabajo ha recibido financiación del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte (MECD) para la Formación de Profesorado Universitario (FPU), Gobierno de España, y se ha realizado dentro el proyecto de investigación «La poesía hispánica contemporánea como documento histórico: Historia e Ideología», FFI2016-79082-P del Ministerio de Economía y Competitividad (MINECO), cuyo investigador principal es Juan José Lanz Rivera.

(2) Las Medallas de Oro de Málaga y Andalucía, el Premio al Fomento de la Lectura, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes que otorga el Gobierno de España y la Medalla de Honor de la Ciudad de Torremolinos, avalan una identidad de vocación universal.

(3) Para estos tres volúmenes, y por cuestiones de espacio, véase: Melero Mascareñas, L., «Revista Litoral: 15 siglos de poesía árabe», Candil. Revista del Hispanismo en Egipto, 1, 18 (2018), 411-432.

(1) Desde Roma, durante su exilio, mantendrá una continua y nostálgica correspondencia con José María Amado, alentando desde el primer momento el proyecto editorial de esta nueva etapa.

(5) Las páginas de la revista ven un duradero relevo en él, que desde 1975 se incorporará a la dirección junto a José María Amado. Su nombre se incluirá entre los colaboradores de la revista desde el número 49-50 (marzo 1975).

(6) Uno de los introductores del movimiento modernista en Suecia, traductor al sueco de autores como García Lorca, Unamuno, Aleixandre o Celaya, poeta y académico.

(7) El Gobierno Sueco le concedió la medalla Illis Quorum en 1985, fue fundador de La Casa del Traductor de Tarazona en 1989, y dos veces Premio Nacional de Traducción (en el año 1996 por el libro Antología de la poesía nórdica y en el año 2012 por su trayectoria como traductor), entre otros reconocimientos.

(8) Encontramos una traducción posterior en: Manuel Vázquez, Pensamientos en una estación seca, Barcelona, Editorial Plaza y Janés 1985.

(9) Es autor también de La recepción del surrealismo en España (1924-1931) (la crítica de las revistas literarias en castellano y catalán), Granada, Antonio Ubago 1984, y Bibliografía y Crítica del Surrealismo y la generación del 27, Centro Cultural de la Generación del 27 1989.

(10) Recordar sus traducciones de obras de otros poetas como Sol Negro, Leviatán, 2011, del macedonio Aco Šopov, en colaboración con Jasmina Šopova, o la antología de Poesía contemporánea en lengua hebrea, Libros del aire, 2012, en colaboración con Marta Teitelbaum.

(11) Véase a este respecto el completo artículo de Pujals Gesali (2010), especialmente la primera parte: «El siglo XX en la poesía estadounidense: panorama esquemático».

(12) Recibió entre otros premios el Premio de Cultura del Consejo de Ministros de Italia (1982), el Premio Konex de Platino a la mejor producción poética desde 1950 (1984), y como traductor y divulgador de poesía italiana en el extranjero, recibió el Premio Internacional Eugenio Montale y el Carlo Betocchi, entre otros. Además es poeta (desde Esta luz donde habitas 1948, hasta la ulterior antología de El sueño de la poesía, 2008), antólogo, crítico literario, traductor y periodista, y miembro de la Academia Argentina de Letras y correspondiente de la Real Academia Española.

(13) Profesor de Traducción e Interpretación (Griego) en la Universidad de Málaga, traductor externo para el Parlamento Europeo (1999-2001), ha conseguido, entre otros reconocimientos, el Premio Nacional de Traducción en 1992, por su versión en castellano de la novela Seis noches en la Acrópolis de Yorgos Seferis (Mondadori, 1991) y en 2003 por segunda vez, esta vez por Verbos para la rosa. Esbozo de poética de Zanasis Jatsópulos (Miguel Gómez, 2002), además del Premio Nacional de Traducción de Grecia (junto con Leandro García Ramírez, María López Villalba y Ioanna Nicolaidou) en la modalidad de mejor traducción del griego a una lengua extranjera por la versión en castellano de la trilogía novelística Ciudades a la deriva (2011, Cátedra), de Stratís Tsircas.

(14) Hay una antología posterior, Fruta extraña. Casi un siglo de poesía española del jazz, ed. Juan Ignacio Guijarro, Sevilla, Vandalia, 2013.


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