2007


 

HISTORIA DE LOS INDIOS DE LA NUEVA ESPAÑA
CAPÍTULO XII

Fray Toribio de Benavente «Motolinía»




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Que cuenta del buen ingenio y grande habilidad que tienen los indios en aprender todo cuanto les enseñan; y todo lo que ven con los ojos lo hacen en breve tiempo.

El que enseña al hombre la ciencia, ese mismo proveyó y dio a estos indios naturales grande ingenio y habilidad para aprender todas las ciencias, artes y oficios que les han enseñado, porque con todos han salido en tan breve tiempo, que en viendo los oficios que en Castilla están muchos años en deprender, acá en sólo mirarlos y verlos hacer, han muchos quedado maestros. Tienen el entendimiento vivo, recogido y sosegado, no orgulloso ni derramado como otras naciones.

Deprendieron a leer brevemente, así en romance como en latín, y de tirado y letra de mano. Apenas hay carta en su lengua, de muchas que unos a otros se escriben, que como los mensajeros son baratos, andan bien espesas. Todos las saben leer, hasta los que ha poco se comenzaron a enseñar. Escribir se enseñaron en breve tiempo, porque en pocos días que escriben luego contrahacen la materia que les dan sus maestros, y si el maestro les muda otra forma de escribir, como es cosa muy común que diversos hombres hacen diversas formas de letras, luego ellos también mudan la letra y la hacen de la forma que les da su maestro.

En el segundo año que los comenzamos a enseñar dieron a un muchacho de Tezcuco por muestra una bula, y sacóla tan al natural, que la letra que hizo parecía el mismo modelo, porque el primer renglón era de letra grande, y abajo sacó la firma ni más ni menos, Y un I. H. S. con una imagen de Nuestra Señora, todo tan al propio, que parecía no haber diferencia del molde a la otra letra; y por cosa notable y primera la llevó un español a Castilla. Letras grandes y griegas, pautar y apuntar, así canto llano como canto de órgano, hacen muy liberalmente, y han hecho muchos libros de ello, y también han deprendido a encuadernar e iluminar, algunos de ellos muy bien, y han sacado imágenes de planchas de bien perfectas figuras, tanto que se maravillan cuantos las ven, porque de la primera vez las hacen perfectas, de las cuales tengo yo bien primas muestras.

El tercero año les impusimos en el canto, y algunos se reían y burlaban de ellos, así porque parecían desentonados como porque parecían tener flacas voces. y en la verdad no las tienen, tan recias ni tan suaves como los españoles, y creo que lo causa andar descalzos y roal arropados los pechos, y ser las comidas tan pobres, pero como hay muchos en qué escoger, siempre hay razonables capillas. Fue muy de ver el primero que los comenzó a enseñar el canto; era un fraile viejo y apenas sabía ninguna cosa de la lengua de los indios, sino la nuestra castellana, Y hablaba tan en forma y en seso con los muchachos como si fuera con cuerdos españoles. Los que lo oíamos no nos podíamos valer de risa, y los muchachos la boca abierta oyéndole muy atentos ver qué quería decir. Fue cosa de maravilla, que aunque alprincipio ninguna cosa entendían, ni el viejo tenía intérprete, en poco tiempo le entendieron y aprendieron el canto de tal manera, que ahora hay muchos de ellos tan diestros que rigen capillas y como son de vivo ingenio y gran memoria, lo más de lo que cantan saben de coro, tanto, que si estando cantando se revuelven las hojas o se cae el libro, no por eso dejan de cantar, sin errar en un punto; y si ponen el libro en una mesa tan bien cantan los que están al revés y a los lados como los que están delante. Un indio de estos cantores, vecino de esta ciudad de Tlaxcala, ha compuesto una misa entera, apuntada por puro ingenio, aprobada por buenos cantores de Castilla que la han visto.

En lugar de órganos tienen música de flautas concentradas, que parecen propiamente órganos de palo, porque son muchas flautas. Esta música enseñaron a los indios unos menestriles que vinieron de España; ycomo acá no hubiese quién a todos juntos los recibiese Y diese de comer, rogámosles que se repartiesen por los pueblos de los indios, y que les enseñasen pagándoselo, y así los enseñaron. Hacen también chirimías, aunque no las saben dar el tono que han de tener. Un mancebo indio que tañía flauta enseñó a tañer a otros indios en Teuacan, y en un mes todos supieron oficiar una misa y vísperas, himnos, y magnificat, y motetes; y en medio año estaban muy gentiles tañedores. Aquí en Tlaxcala estaba un español que lo enseñase, el cual le dio solas tres lecciones, en las cuales deprendió todo lo que el español sabía. Y antes que pasasen diez días tañía con el rabel entre las flautas, y discantaba sobre todas ellas. Ahora he sabido que en México hay maestro que tañe vihuela de arco, y tiene ya hechas todas cuatro voces. Yo creo que antes del año sabrán tanto los indios como su maestro, o ellos podrán poco.

Hasta comenzarlos a enseñar el latín o gramática hubo muchos pareceres, así entre los frailes como de otras personas, y cierto se les ha enseñado con harta dificultad, mas con haber salido muy bien con ello se da el trabajo por bien empleado, porque hay muchos de ellos buenos gramáticos, y que componen oraciones largas y bien autorizadas, Y versos hexámetros Y pentámetros, y lo que en más se debe tener es el recogimiento de los estudiantes, que es como de novicios frailes, y esto con poco trabajo de su maestro. Porque estos estudiantes y colegiales tienen su colegio bien ordenado, adonde solos ellos se enseñan; porque después que vieron que aprovechaban en el estudio, pasaron los del barrio de San Francisco de México al otro barrio que se llama Santiago de Tepelulco Tatelulco adonde ahora están con dos frailes que los enseñan, y con un bachiller indio que les lee gramática.

Una muy buena cosa aconteció a un clérigo recién venido de Castilla, que no podía creer que los indios sabían la doctrina cristiana, ni pater noster, ni Credo bien dicho; y como otros españoles le dijesen que sí, él todavía incrédulo. Y a esta sazón habían salido dos estudiantes del colegio y el clérigo pensando que eran de los otros indios, preguntó a uno si sabía el pater noster, y dijo que sí, e hízosele decir, y después hízole decir el Credo, y díjole bien. Y el clérigo acusóle una palabra que el indio bien decía, y como el indio se afirmase en que decía bien, y el clérigo que no, tuvo el estudiante necesidad de probar cómo decía bien, y preguntóle hablando en latín; reverende pater, cujus casus est? Entonces como el clérigo no supiese gramática, quedó confuso y atajado.


FUENTE

Fray Toribio de Benavente «Motolinía», Historia de los indios de Nueva España, introducción y notas de Giuseppe Bellini, Madrid, Alianza Editorial, 1988.


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